Por Juan Pablo Silvestri y Gisela Rábida.
De cara a los próximos años, se proyecta un aumento de la población mundial, de la actividad económica global, así como de la intensidad energética vinculada al PIB y las emisiones CO2 asociadas a la energía que consumimos. Indudable es la importancia del abordaje de este complejo escenario futuro, sin embargo, migrar a formas de generación de energía más limpias y sostenibles, no es un camino sencillo. Generar y mantener una gestión sostenible de la materia energética en el largo plazo, es un proceso sistemático y cuyo foco no debe perderse, requiere ser constantemente auditado independientemente de la autoridad política involucrada, manteniendo la eficiencia en cada uno de las etapas, evitando de esta manera el derroche de recursos: económicos, ambientales y sociales y conservando un carácter evolutivo, adaptable a las fluctuaciones del mercado, tecnologías y geopolíticas.
Central térmica de Energía Eléctrica a partir de combustibles fósiles.
La conciencia sobre las futuras consecuencias del cambio climático (CC), tanto como el uso y conservación de los recursos naturales, pone de manifiesto la urgencia de tomar acciones de mitigación y adaptación al CC, migrando a formas de energía mucho más limpias, generando el menor impacto negativo posible sobre el ambiente y determinados sectores económicos y segmentos de la sociedad.
Por ahora, los combustibles fósiles dominan la matriz energética ya que actualmente son considerados la fuente de energía más eficiente y económica para suplir nuestras necesidades. Esto se ve reflejado con un gran porcentaje en los procesos de calefacción y el transporte. Se necesita una gran infraestructura y principalmente tiempo para lograr el cambio crítico que se necesita.
Sin embargo, pueden observarse mejoras en los procesos industriales y una expansión del sector servicios. Abiertamente, el panorama cambia si se estudian los incrementos en eficiencia energética -por ejemplo, la variación del contenido energético del PIB-. Según la media, la energía primaria requerida para producir una unidad adicional de PIB ha disminuido anualmente en un 1 %.
No obstante, la matriz energética ha mutado en varias oportunidades y el consumo de energía renovable empieza a figurar dentro de la misma pero, esto no trae necesariamente una disminución de la demanda de energías fósiles (aún creciente).
La Transición Energética (en adelante TE) puede entenderse como un cambio estructural a largo plazo de los sistemas energéticos o las fuentes de energía que el mundo utiliza para su desarrollo. Se considera parte de la historia humana.
En este sentido, podemos destacar cuatro hitos críticos:
La Primera Revolución Industrial (s. XVIII-XIX), uso del carbón.
La Segunda Revolución Industrial (s. XX), uso del petróleo.
La Tercera Revolución Industrial (s. XX), uso de combustibles fósiles y energía nuclear.
La Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0 (presente), desarrollando y utilizando energías renovables y sostenibles.
Por otro lado, cabe resaltar que la TE está caracterizada por las “3D”:
Descarbonización de la economía enfrentando el reto de la integración de las Energías Renovables (ER) y la volatilidad de los precios del mercado, tanto como los cambios en modelos de negocio. Principalmente impulsado por el acuerdo de parís (COP21), otros acuerdos internacionales y posteriormente las economías de escala en el sector ER.
Digitalización, aplicando la gestión digital de activos e información a la red y al modelo de negocio.
Descentralización, involucrando a los actores principales del sector en una migración de una generación energética centralizada a una distribuida.
Resulta clave en este proceso de transición energética la necesidad de abordar, integrar y analizar principalmente: la economía circular, la industria 4.0, la economía colaborativa, la demografía y la urbanización-movilidad eficiente.
Caso de aplicación de Digitalización y Descentralización: ver artículo "Blockchain y Energía"
La sostenibilidad debe guiar todo este proceso, no sólo en cuanto a la gestión de los recursos en sí, sino a todas sus derivaciones sociales y ético-culturales, promoviendo que el bienestar generado sea sostenible para todas las comunidades. Se trata de una estrategia alineada a los ODS 7, 8, 9, 10, 12, 11, 13 y 17 de la Agenda 2030.
La sostenibilidad debe guiar todo este proceso, no sólo en cuanto a la gestión de los recursos en sí, sino a todas sus derivaciones sociales y ético-culturales, promoviendo que el bienestar generado sea sostenible para todas las comunidades.
Es necesario trabajar en las economías de escala para poder derivar en una baja aceptable de costos en los proyectos sostenibles y de esta manera poder asegurar proyección y continuidad en los mismos. Se aprecian los resultados en el caso de la energía solar, por ejemplo, en donde las plantas de fabricación de células solares y módulos crecieron enormemente (más información en el informe de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) - Renewable Power Generation Costs in 2019). Conjuntamente, se debe fortalecer la implementación de políticas necesarias a nivel nacional para la coordinación y acceso a la financiación internacional.
Energías Renovables y ciudades.
Debido a la necesidad de incentivar la inversión y la innovación en el sector privado y público. Debido a la escasez de los recursos, es necesario llevar a cabo la TE de una manera inteligente, administrando las fuentes energéticas primarias y secundarias de cada región con la seriedad que se requiere y no comprometerse en una gestión temporal o simples medidas cortoplacistas que no deriven en resultados tangibles y de impacto.
Sin duda alguna, se avizoran grandes cambios esquemáticos y niveles mayúsculos de inversión en el mundo, sin embargo, el costo a pagar es mucho menor comparado a cruzarnos de brazos y no actuar.
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